Por Yéred Gallardo Carro
La fotografía publicada ayer por la tarde en donde aparece la ex abanderada de la mega coalición Unidos por Tlaxcala a la gubernatura, Anabel Ávalos Zempoalteca, flanqueada por el diputado federal, Mariano González Aguirre, y la coordinadora del Partido Revolucionario Institucional en el Congreso del Estado, Blanca Águila Lima, marca el inicio de los movimientos del partido más dañado en las elecciones del año 2021.
A pesar de afrontar la peor crisis en su historia, la derrota del año pasado para el partido que ostentó el poder durante los últimos diez años en Tlaxcala, no necesariamente representa su desaparición; como muchos auguran y muchos más desean.
Recordemos que el PRI regresó a la gubernatura después de que Alfonso Sánchez Anaya lo derrocara en la elección de 1998 y que Héctor Israel Ortiz Ortiz (HIOO) se la arrebatara a la “izquierda” en 2004 para un gobierno Panista; ambas candidaturas sismáticas desprendidas por el descontento de las decisiones cupulares y centralistas que siempre se han ejercido en el PRI.
Pero, sin el romanticismo que cada una de las corrientes cuenta, “su verdad y su historia”, hay que reconocer que la candidatura del PRI a la gubernatura siempre se decide en México; SIN EMBARGO también en las últimas elecciones en Tlaxcala es desde Ciudad de México en donde se decide hacia dónde se cargarán los dardos para encausar a los actores políticos de la entidad, sin importar el color del próximo gobernante.
En el año 1987, Beatriz Paredes Rangel, fue ungida como Gobernadora de Tlaxcala por la decisión cupular de su partido ya que a nivel Nacional había una presión social por abrir espacios a las mujeres, sin importar que existían muchos otros nombres de políticos con mayor trayectoria, capital político y experiencia en el ejercicio público.
En el año 1992, un tanto por perder la gracia del entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, pero más que nada por un experimento electoral del mismo partido, dejó de ser gobernadora Beatriz Paredes Rangel, un año antes de culminar su periodo por el que fue electa.
Fue relevada en el cargo por Samuel Quiroz de la Vega, la intención, dejar fuera a los actores políticos de Tlaxcala y nombrar a un candidato foráneo que permitiera implementar en la entidad un laboratorio político-electoral: José Antonio Álvarez Lima.
Con este movimiento el Presidente y el Gobernador en turno, comenzaron a preparar los escenarios para una posible alternancia del poder, dos años antes que sucediera a nivel nacional. Desde la Ciudad de México se construía la posibilidad de crear una corriente sismática, y así otro partido que no fuera el PRI, llegara a la gubernatura, así se abre la oportunidad para Alfonso Sánchez Anaya, quien había sido relegado por Joaquín Cisneros Fernández, desde el PRI Nacional.
A pesar de este escenario, el PRI todavía contaba con figuras de peso, con verdadera estructura política como la de Mariano González Zarur y Héctor Ortiz Ortiz. Desde el principio el senador siempre llevó la carta ganadora, su trabajo en la ciudad de México le permitió crecer en el CEN del PRI de manera que la candidatura estaba asegurada, no así la gubernatura.
Por el contrario, el líder vitalicio de la UAT, acordó con el Gobierno de la República panista y decidió participar en Acción Nacional. Nuevamente el escenario estuvo revuelto, pero fue desde México en donde se cargaron los dardos para ungir en Tlaxcala a Héctor Ortiz Ortiz como gobernador.
Así pues durante doce años, (1998-2010) los priístas habían estado fuera del poder y aunque fueron competitivos en el periodo de Sánchez Anaya, el PAN arrasó todas las elecciones intermedias en el periodo de HIOO.
En ese entonces, también se hablaba de que el priísmo desaparecería, sin embargo, en cada una de estas constantes la figura del PRi siempre se centra en un líder fuerte, si los priístas no tienen un (Tlatuani) simplemente están desarticulados, incautos, intermitentes…pero están.
En el año 2009, el último líder fuerte del tricolor en Tlaxcala, Mariano González Zarur, salió del autoexilio después de la derrota ante HIOO en 2004, con una simple y sencilla declaración ante la pregunta de la prensa: “quiere todavía ser Gobernador de Tlaxcala”, -el entonces senador respondió: Voy a ser Gobernador de Tlaxcala-. Su declaración fue suficiente para que la maquinaria del partido revolucionario prendiera la caldera.
El liderazgo del ganadero le permitió al PRI no sólo ganar las elecciones de 2010, sino de dejar un sucesor, -que NO FUE elegido por MGZ-.
Sin embargo, MGZ sí movió toda la maquinaria para imponer al académico, sin formación política, ni liderazgo nato, Marco Antonio Mena Rodríguez, afrontando la fuerza y liderazgo con la que ya contaba Lorena Cuéllar Cisneros, pero el PRI tenía Tlatuani y supo imponer a su candidato en la gubernatura.
El nombramiento de Marco Antonio Mena Rodríguez sorprendió a todo el priísmo, sobre todo al Marianismo, que veía en los cuadros formados por González Zarur a muchas más figuras.
Marco Antonio Mena Rodríguez fue un buen administrador: enfocado en el ejercicio de políticas públicas con planeación y ordenanza, con visión de futuro modernizó las carreteras y fraguó políticas públicas de desarrollo social y combate a la pobreza; sin embargo su desempeño político y liderazgo partidista siempre fue raquítico, sino es que inexistente.
Con un notable resentimiento a su antecesor, sabrá él por qué, dejó de lado a toda la generación de políticos y estructuras partidistas que aguantaron “bara” doce años de alternancia en el poder y que estaban aceitados…simplemente los dejó sueltos.
Así, Lorena Cuéllar Cisneros, con el apoyo del ya presidente de la república Andrés Manuel López Obrador, y el desatendido Marco Antonio Mena Rodríguez, tenía toda la mesa puesta para el 2021.
Aún así, hubo un amague interesante.
Sabedores que estaban huérfanos en casa y que la corriente morenista era imparable por la popularidad de AMLO, desesperados se concentraron en fraguar un “bodrio” de Alianza con sus acérrimos rivales: el PRD y el PAN; para abanderar a la alcaldesa capitalina Anabel Ávalos Zempoalteca.
La intentona fue buena, gracias a la visión y “colmillo” del ex secretario de gobierno, Ernesto Ordoñez Carrera, todo iba marchando bien, hasta que involucraron a los presidentes de los partidos políticos: Gilberto Temoltzin, Juan Manuel Cambrón Soria (Julio César Pérez) y Noé Rodríguez Roldán (Fabricio Mena Rodríguez).
Los “líderes”, colmilludos, se dieron la tarea de descomponer la alianza desde su nacimiento. “Emperrados”, dispusieron de las candidaturas a diputados y presidentes municipales sin contar las corrientes políticas que sí sumaban a la candidatura de Anabel Ávalos Zempoalteca, lo que originó la desbandada de dichos cuadros.
El partido político más dañado en dicha jauría, fue precisamente el partido en el poder, el tricolor, que de inicio fue desvalorizado por el propio gobernador, su hermano –Marco y Fabricio Mena- y el líder, Noé Rodríguez Roldan, al reconocer que eran insuficientes para contender por la gubernatura. En gobierno no se movió un solo dedo para ayudar a Anabell, y los que lo hicieron fue por convicción propia.
No estoy refiriendo que la historia hubiera sido distinta, era obvio que Lorena Cuéllar Cisneros tenía por sí sola una presencia mucho más importante que la alianza, si a esto se sumaba la marca Morena y la simpatía de los votantes por AMLO, el resultado era contundente; pero la realidad es que sin Tlatuani, el tricolor no sabe operar.
Hoy las figuras que ostentan poder en el PRI, tienen una epopeya como tarea, la cual se ve muy difícil de atender. Lo mismo vemos a figuras importantes del priísmo crear nuevos partidos locales Arnulfo Árevalo Lara, Vibiana Barbosa Gutiérrez, como a ex alcaldes y diputados priístas en el Gobierno de la Nueva Historia.
Sin embargo el priísmo existe, la pregunta es…quién tiene los zapatos para llenar la figura que necesita para crecer de nuevo.