POR YÉRED GALLARDO CARRO /Foto: Manuel Amaro (✟)
Hablar del maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin, es hablar de amor a Tlaxcala.
Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo en vida y haber escuchado de su propia voz la explicación de su máxima obra y emblema de los Tlaxcaltecas: “Los Murales de Palacio de Gobierno”, sabrán que siempre existe una emoción al recordar su voz parsimoniosa y la explicación apasionada, como si describiera a la más dulce dama de quien estuvo enamorado.
Primero como estudiante y después en el ejercicio de mis funciones como director de información y relaciones públicas del H. Ayuntamiento de Tlaxcala, tuve la oportunidad de conocer a “Don Desi”, -aclaro-, conocerlo en el ejercicio mismo de mi trabajo, no con una amistad como se podría interpretar; sin embargo, siento que don Desiderio, al final de sus días, ya era de todos los tlaxcaltecas…pero no siempre fue así.
En el marco de la celebración del 480 Aniversario de la Ciudad de Tlaxcala, editamos la revista del gobierno municipal “La Capital” y para la publicación del número dos tuve la oportunidad de entrevistarlo, -en ese entonces era el Cronista de la Ciudad-. Así pues, sentados en una banca del parque de la Plaza de la Constitución, junto a la fuente que se encuentra frente al Portal Grande, tuvimos una plática muy extensa en la cual me narró cómo nació y desarrolló la idea de pintar los Murales de Palacio de Gobierno.
La entrevista se publicó el 31 de octubre de 2005 y quiero retomarla y compartirla con los lectores de Nexotxt, en el marco del Centenario de su natalicio.
Entrevistarlo, escribir el artículo y mucho más leérselo en vida –puesto que en los últimos años ya le costaba ver-, fue educativo, emocionante y disfruté mucho, todos los que amamos a Tlaxcala, estoy seguro que sabrán a qué me refiero, la entrevista está redactada tal cual eran las expresiones del maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin:
Es Difícil Acercarse A La Verdad Histórica, Pero No Imposible
Tlaxcala a la Altura de las Circunstancias
La ciudad de Tlaxcala sigue estando a la altura de las circunstancias históricas y culturales, en relación con los demás Ayuntamientos, porque debemos de captar, con toda sencillez, que la presencia de Tlaxcala en nuestra historia y su prestigio es, el que se observa fuera de la entidad, tiene un compromiso muy especial con las demás sociedades de los demás municipios.
Cuando una imagen se vuelve existente
Cuando por invitación del poeta Miguen N. Lira, allá en 1954 probablemente en enero o febrero, así como platicando me dijo: “Oiga don Desi, ¿usted podría pintarnos un mural que podría ser la herencia de usted a Tlaxcala?”, -hay que recordar que yo vivía en Puebla-, yo le pregunté “maestro, ¿sobre qué tema?”, y él me dijo sencillamente “Sobre la Historia” … no me dijo de Tlaxcala, pero yo lo entendí que se trataba de Tlaxcala.
Entonces con toda prudencia, y lo he dicho siempre, le dije que sí, pero en ese instante yo veía casi imposible realizar el mural … en primer lugar porque la historia es compleja, todas las historias son muy complejas, pero la de Tlaxcala es aún más difícil, por esa alianza Hispano-Tlaxcalteca, tan combativa desde el tiempo de los liberales, y del siglo pasado también, en donde inclusive en las escuelas nos calumniaban.
Por otra parte, por el momento económico, realizar una obra mural es muy difícil económicamente hablando, hay que estudiar la temática, ya que la temática de cualquier tema mural es muy difícil de resolver, puesto que se tiene que pintar, y tener a la mano todos los aspectos históricos, prácticos, emocionales, etcétera, etcétera, es decir, cuando uno pinta es cuando una imagen se vuelve existente.
Con esas circunstancias yo veía que económicamente no iba a ser comprensivo, pero la insistencia de Don Miguel N. Lira, de convencer a las autoridades y a los hombres de cultura de ese entonces, de que yo realizara un mural no tiene precio. Porque él luchó, insistió, volvió a insistir, volvió a luchar hasta que se vino a cristalizar la idea en la mente de Don Felipe Mazarraza, Gobernador en ese momento de Tlaxcala.
Y luego en la persona de Don Joaquín Cisneros Molina, que afortunadamente era Secretario de Gobierno, entonces sí vieron la importancia del maestro, puesto que la figura del maestro Miguel N. Lira era ya entonces una gran figura cultural. Ese compromiso con el maestro y después aquellas personas que creyeron en mí, me obligaron a estudiar lo necesario, incluyendo que me pudieron esperar, para que, a la hora de ir pintando, antes se investigara.
El arte debe ser comunicación
Porque yo considero, con toda prudencia necesaria … no con polémica, que ‘el arte debe ser comunicación’, y si se puede comunicación divina, comunicación sublime y en estas dos está la verdad, está la belleza, está la dignidad, está el humanismo y todo eso tenía yo que volcar a laborar. Eso me daba a mí una responsabilidad que lógicamente, con toda transparencia, la primera persona que entendió fue mi mujer (Doña Olga Lilia Ortega).
Entonces desde ese momento mi persona está amparada y ayudada por mi esposa, por los amigos y en primera persona está el maestro Miguel N. Lira.
El maestro necesita ciertos datos
En la conversación con el maestro Andrés Angulo, gran historiador, él me insistió mucho en que la historia es muy difícil de interpretar, y es muy difícil porque tiene una serie de responsabilidades sociológicas de relación del artista con la sociedad, o la sociedad entre ella misma. Todo este entendimiento inmediato paulatino a mí me daba fuerzas, para ir buscando.
Hay muchas personas que fuera de nuestro círculo, de manera directa o indirecta nos apoyaron… muchos no, es decir historiadores especialmente de México no me hicieron caso, otros sí, particularmente don Antonio Pompa y Pompa, que entonces era director de la biblioteca de Antropología e Historia en México, quien me ayudó mucho.
Él con una franqueza le dijo a los técnicos de la biblioteca: “el maestro necesita ciertos datos…” y al explicarles lo que necesitaba, regresaron con una gran cantidad de libros. Son esas cosas tan espontáneas, que lo motivan a uno, pero hubo muchos que no, sobre todo cuando les tocabas la palabra Tlaxcala…la dignidad de Tlaxcala para ese entonces era pobre.
“No hay nada que dignifique tu entidad”, así de duro te lo decían, otros decían con más benevolencia…”sí, lo que buscas sí lo conozco, espere usted que se edite mi libro y ahí lo puede usted tomar”, algunos otros me dijeron que había ciertas contradicciones en cuanto a datos, ya que algunos mencionan que su tierra fue fundada por otomíes, otros por Nonoalcas, y algunos más por el hijo del gran caudillo Xoloc, por último, me sugirieron que leyera a Clavijero o al padre Durán.
*Lo que he pintado, pintado está…lo que he escrito, escrito está”
Todo esto en ocasiones me hacía dudar, pero ante la insistencia llegué a la conclusión siguiente: aconsejado por el doctor Angulo, quien me hiciera el favor de obsequiarme la Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, editada por él (Dr. Angulo) con recursos propios. Al leer y releer concluí que el único cronista e historiador que había estudiado a fondo Tlaxcala era Don Diego Muñoz Camargo, por lo que tomé como guía su trabajo histórico, entonces, mis murales están inspirados y confirmados por los demás historiadores, de lo que escribió Don Diego Muñoz Camargo.
Mi obra mural va registrando en cada época la circunstancias de la misma, física y objetivamente se puede ver cómo evoluciona el vestuario de la gente, así como el aspecto administrativo de cada época.
Mi conocimiento no fue intrínseco, ya que lo tomé de los libros, por ello he creído que una obra mural es un libro abierto, guardando las proporciones, quiero decir que, ‘Lo que he pintado, pintado está y lo que he escrito, escrito está’; si en vida no he modificado espero que a mi muerte se respeten los textos que es fruto de esfuerzos personales así como de gente que colaboró directa e indirectamente, podemos decir que paralelamente a mí, hubo gente pensante y que con ellos logré primero lo más complicado y luego lo más transparente en el mural.