Ezequiel GONZÁLEZ/Opinión
En una mañana cargada de emotividad y orgullo, el pequeño y ancestral pueblo de Ixtenco fue testigo de un acontecimiento sin precedentes que marcará un nuevo capítulo en su historia: la entrega oficial del título de “Pueblo Mágico”.
En un acto encabezado por la gobernadora Lorena Cuéllar, en representación del Secretario de Turismo Federal, Miguel Torruco Márquez, Ixtenco se convierte así en el tercer pueblo mágico de Tlaxcala, en un merecido reconocimiento a su rica herencia histórica y cultural.
El nombramiento como Pueblo Mágico no solo enaltece el patrimonio de Ixtenco, sino que también rinde homenaje a su valiosa aportación por ser el último bastión otomí y celosos guardianes del maíz, símbolo fundamental de la identidad y arraigo de su comunidad.
La presidencia municipal de Ixtenco se vistió de gala al recibir a los pobladores que se congregaron en las inmediaciones para ser partícipes de este trascendental evento. Sus rostros reflejaban emoción y esperanza, pues saben que el título representa mucho más que un simple reconocimiento; es una puerta abierta a un futuro lleno de promesas y oportunidades.
El camino que llevó a Ixtenco a obtener este codiciado nombramiento no fue fácil. Durante años, la comunidad ha trabajado arduamente para preservar y difundir sus tradiciones, cultura y riqueza histórica. Desde los invaluables vestigios arqueológicos que aún se conservan en sus tierras, hasta las festividades y danzas que han sido transmitidas de generación en generación, Ixtenco ha demostrado un compromiso inquebrantable con sus raíces.
Al ser reconocido Pueblo Mágico, Ixtenco se posiciona como un imán turístico, atrayendo a visitantes deseosos de conocer y vivir de cerca su esencia mística y enigmática. Este título conlleva una serie de beneficios, incluyendo el impulso al desarrollo económico de la región, así como la preservación y restauración de su patrimonio cultural.
La comunidad debe aprovechar este momento histórico para promover su herencia cultural con responsabilidad y pasión, y al mismo tiempo, buscar la mejora de la calidad de vida de sus habitantes. Es hora tiempo de trabajar en conjunto, con la mirada en el pasado y los ojos en el futuro, para que Ixtenco continúe brillando como el tesoro que es, un verdadero regalo para México y el mundo.